El punto final es único punto en que el escritor y el lector se encuentran: se encuentran para decirse adiós.
El punto final es el punto en que se matan.
El punto final son sus ojos vaciados.
Entonces lo imaginario devueve el cuerpo del lector a lo real como el como el mar deja un cadáver en la costa.
Por eso es que el autor no puede encontrar a su lector. Cuando el autor acepta firmar un libro que acaba de aparecer en una librería, se sienta ante una mesita; saluda a un hombre que le tiende un libro. Uno se inclina hacia él y no puede hablar. Otro levanta la mano y no puede decir nada. Porque ya no es lector. Porque el otro ya no es autor.
Son sus cadáveres.
Pascal Quignard