Una de las inolvidables enseñanzas en el taller de novela de Daniel Sada era el arte de la argumentación. Es posible aprender de los guionistas de cine al escribir novela. Sada seguraba conocer aspirantes a novelistas con destreza en el narrar, poseedores de una prosa que hasta él envidiaba, pero que no sabían argumentar. Si por algo vale una obra como Agua para chocolate, le recuerdo haber dicho, no es por su apuesta estética (carece de ella) sino porque su autora argumentó muy bien cada que se requería. ¡Argumenten bien al narrar sucesos!
Aún emocionado luego de ver American beauty (una obra maestra en todos los sentidos, aseguró), conminó a sus aprendices a ver la película, discutirla y desentrañar episodios que en la misma se resolvieron a la perfección gracias a un dominio del argumento, que para él significaba encontrar la mejor situación dramática posible. De la misma obra destacó la habilidad de Alan Ball para la construcción convincente de Carolyn, la esposa del protagonista de la película.
American beauty es una obra compleja, poderosa, sin desperdicio alguno porque cada elemento se interconecta con todos los elementos, incluida esa emblemática bolsa flotante que resume la belleza y el vacío. En resumen, una obra de la que un novelista obtendrá enseñanzas atesorables.